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11 de mayo de 2012

Dolor y esperanza


Hace unos días, tuve la experiencia de la partida de un familiar muy cercano, que sufrió mucho en los últimos meses de su vida. El acompañarlo a lo lejos en esta experiencia, sobre todo desde la oración, inspiró esta poesía que trata de adentrarse en el misterio de la Cruz del Señor en nuestras vidas...


Dolor que traspasa
los más hondos anhelos,
dolor cansado
de quien halla la paz lejos.


Aprender a sufrir,
aprender que este sentir
es solo pasajero;
aprender que es
cuota a pagar
en este trayecto,
para el viajero,
para quien está dispuesto
a esperar por el Reino.


Y cómo cuesta,
cómo duele morir,
cómo duele vivir,
cómo exige llevar
aún sin fuerzas esta cruz;
supone cargarla,
besarla,
abrazarla,
y no soltarse de la luz
que brota de su regazo.


Porque la esperanza 
se hace firme,
aún cuando no 
hallamos bonanza;
se fortalece 
para quien,
a pesar del dolor,
pone en Dios su confianza.


La esperanza 
se torna auxilio 
para el viador aún más cansado;
es para sí cordial alivio 
y eternamente lo afianza.


Es preparación del duelo, 
pero también rasgar el velo
de este mundo que termina,
para ver Su Rostro,
cara a cara,
y entrar para siempre
en una nueva vida.