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10 de noviembre de 2010

Santidad en nuestros días

Es sorprendente ver la gran cantidad de santos que la Iglesia ha canonizado y sigue canonizando, de manera especial en los últimos decenios. Mártires, laicos jóvenes (hasta niños) o casados, Obispos,  religiosas, religiosos, consagrados y consagradas, en fin. Toda una gama de hombres y mujeres, de vida ejemplar, que por su testimonio, son ahora reconocidos por la Iglesia, como dignos de veneración.

Algo que llama fuertemente la atención, es que fue precisamente el siglo pasado en el cual más santos y beatos, fueron elevados a los altares. La Congregación para las Causas de los Santos, es el organismo encargado de estudiar los milagros, martirios y virtudes heroicas y de proponer los diferentes ejemplos de santidad para que el Sumo Pontífice proceda a realizar las canonizaciones y beatificaciones oportunas.  Creada por el Papa Pablo VI el 8 de mayo de 1969, ha tenido mucho trabajo en estos últimos tiempos. Los últimos Papas, han hecho un gran esfuerzo por demostrarnos a todos los fieles que la santidad es un ideal alcanzable para todos. En esta línea, Benedicto XVI en el Angelus del 1º de noviembre,  Solemnidad de Todos los Santos dijo: "La santidad, imprimir a Cristo en uno mismo, es el objetivo de la vida del cristiano". Pero cabe preguntarse, ¿por qué justo en este tiempo?

¿Acaso la Iglesia no responde siempre a los signos de los tiempos? ¿Acaso Dios no sostiene a su Iglesia buscando  mostrarnos el camino, sirviéndose de la cooperación humana, a pesar de que estemos a la deriva? Ante un mundo materialista, en que se vive cada vez más "independiente" de Dios; en que hasta se ignora su existencia; en donde la ley del confort prima sobre cualquier cosa que implique esfuerzo, sacrificio; ¿qué mejor respuesta que la de aquellos que se santificaron en este mundo, amando al Señor Jesús, teniéndolo como centro de sus vidas, y esforzándose por vivir en sus vidas aquello del Evangelio de San Juan: “Permaneced en mí como yo en vosotros” (Jn 15, 4)? Aquellas venerables personas, muestran al mundo de hoy que la santidad es posible, que vale la pena esforzarse y poner todo el empeño en las manos de Dios, para que así, cooperando con su gracia alcancemos ese horizonte eterno para el cual estamos hechos desde que Dios nos soñó.

Tengamos siempre presente el hermoso testimonio de todos aquellos santos, beatos, y personas de vida ejemplar, que reflejan la luz del Sol de Justicia, y que nos acompañan con su intercesión en nuestro caminar. El Santo Padre Benedicto XVI nos decía en el Angelus del 1º de octubre:  "Os invito a contemplar a los mejores hijos de la Iglesia, que nos estimulan con su ejemplo y ayudan con su intercesión a vivir para alabanza de la Trinidad, rechazando lo que es indigno de nuestra condición de cristianos y tendiendo con humildad a la perfección del amor. Sin complejos ni mediocridades, seguid con alegría las huellas de Cristo, haciéndoos conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. ¡No tengáis miedo a ser santos! Es el mejor servicio que podéis prestar a vuestros hermanos…”. Y con San Pablo, digamos con esperanza: "Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe..." (Heb 12, 1-2).











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